Ana Torroja: «Nunca me ha gustado la fama, siempre he rehuido de ella»
La cantante, a la que se le concederá un Latin Grammy en Sevilla por su carrera, nos habla de su madre, su marido y su hija y de sus sueños
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Ana Torroja
El próximo 16 de noviembre, en Sevilla, Ana Torroja recibirá un Latin Grammy muy especial, el de la excelencia musical, y está especialmente emocionada por ello: «Mira que yo soy fantasiosa y ya me imagino cómo va a ser todo, pero aún no me veo siendo capaz de soltar palabra en el escenario«. Si echa la mirada atrás, la cantante reconoce que todo ha sido »una carrera de obstáculos, pero también un aprendizaje, con momentos maravillosos y otros duros. Era una adolescente cuando comencé y ya estoy en edad de abuela. La música ha sido para mí una compañera de viaje y espero que mi aportación haya servido para formar parte de la banda sonora de la vida de las personas que siguieron a Mecano o me han seguido como solista«.
Lado solidario
Ana es una mujer con los pies en la tierra: «Mi personalidad es mi ancla. No entiendo a la gente que se cree mejor que los demás por el éxito. Nunca me ha gustado la fama, siempre he rehuido de ella. Para mí, el éxito es hacer lo que me apasiona«. Y ha sido consciente de la importancia de »devolver al mundo algo de lo que me ha dado. Hay que ser generoso en esta vida. Me gusta ayudar. Y nadie tiene saber qué hago exactamente«. Colabora de manera discreta en distintas causas sociales y reconoce que sus viajes a la India y a Mali le hicieron replantearse muchas cosas: «Basta muy poco para ser feliz y para hacer feliz a los otros».
Ana se define como una mujer «vital, positiva, cabezota, persistente, trabajadora, crítica y exigente conmigo misma. Pero me gusta ver el lado bueno de las cosas». Le da paz estar con los suyos: «Mi familia, mi gente, con quien puedo ser yo. Y el mar. A veces, también, el fuego. Pero del mar me gusta ver el horizonte, me hace sentir el presente mientras me rodea un torbellino de noticias desagradables« que la alteran hasta el punto de aislarse del mundo: »Dejo de ver la tele, solo veo películas y series«. No es lo único que la agobia: »No entender algo y bloquearme, eso me genera ansiedad«. Contra ella lucha con el deporte: «Me encanta improvisar, pero necesito mis rutinas, como dormir mis horas y, sobre todo, hacer ejercicio. Si no puedo hacerlo, me pongo triste». Pero es raro verla así: «Me gusta mucho la aventura, los retos, ponerme a prueba».
Enamorada
Hace 25 años, en una entrevista con Pedro Ruiz en Televisión Española, Ana confesaba que «enamorada se canta mejor». También reconocía que lo importante para la balanza entre el amor y la profesión era encontrar a alguien que entendiera el mundo de los artistas. Ahora se ríe porque no recordaba esas palabras. Y porque tiene esa persona en su vida, su marido, Rafael Duque, productor musical: «Es quien me empuja muchas veces a hacer cosas, es quien me motiva. Pero en una relación hacen falta puntos en común y espacios para cada uno. Eso es lo que hace que la pareja camine junta». Ana tiene una hija, Jara, que ya es una toda mujer: «Yo he sido muy niñera, siempre me ha gustado jugar, inventarme cosas con ella para pasar el tiempo juntas«. Ahora la mira con orgullo de madre: »Veo lo noble que es, lo honesta que es, y soy consciente de que va por buen camino«.
La foto: Una ausencia muy presente
Ahí vemos a la pequeña Ana en brazos de su madre: «La echo mucho de menos. Pienso en ella, hablo con ella. Cuando me pasa algo, me digo, 'si estuviera ella aquí'… Mi madre escuchaba muy bien, siempre me calmaba, era el lugar seguro que acudir. Mi relación con ella era especial. Teníamos muy buena química, mucha complicidad». Y la sensibilidad ha traspasado las generaciones: «Ahora es algo natural en mí, lo he transmitido en mi relación con mi hija. También soy de escuchar, de sentir, de vibrar».
Ana Torroja de pequeña en la playa con su madre
Ana se emociona al recordar aquellos años que, gracias a su padre, se conservan en cintas de Súper8 y vídeo: «Él lo grababa todo. Si te fijas, yo siempre estoy moviendo el pie derecho, llevando el ritmo de una música que debía estar en mi interior». Era una niña tímida, pero con una gran vida interior: «Era reservada, pero buena. Me portaba bien. Yo me quería hacer una casa de cristal en Mercurio, cerca del Sol, y componía canciones desde los ocho años. Me da rabia no recordarlas. Tenía una guitarra, que aprendí a tocar con el tiempo, un xilófono y mil sueños. Era muy imaginativa. También quise ser actriz. Me recuerdo frente al espejo haciendo personajes con mi reflejo, pero yo me sentía cómoda en la música, no sabía cómo, pero quería que ése fuera mi camino».
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